En un mundo cada vez más acelerado y digital, hay una generación de adultos que ha decidido ponerle freno a la rutina… abrazando su lado más infantil. Se hacen llamar kidults (una fusión entre «kid» y «adult») y han encontrado en los juguetes de colección una forma de escape, nostalgia y hasta identidad.
¿Qué es un Kidult?
El término kidult se refiere a adultos que consumen productos tradicionalmente considerados “infantiles”, como juguetes, cómics, caricaturas o películas animadas. Pero no se trata de una moda pasajera: es un fenómeno global que crece cada año, impulsado por millennials y centennials que buscan reconectar con lo que alguna vez les dio felicidad… o con lo que no pudieron tener en su infancia.
Según estudios de mercado, los kidults ya representan más del 25% de las ventas de juguetes en países como Estados Unidos, Japón y México, y gastan miles de pesos (o dólares) en figuras de edición limitada, peluches exclusivos y piezas que más que “juguetes”, son auténticas obras de arte pop.
¿Por qué los atraen los Ternurines y Labubus?
En México, marcas como Ternurines y Labubus se han convertido en auténticos íconos del movimiento kidult. ¿La razón? Sus diseños combinan ternura, creatividad y una estética coleccionable que apela tanto al corazón como al sentido del diseño.
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Ternurines: pequeños personajes suaves, adorables y con una historia detrás, que remiten a la infancia pero con un toque sofisticado. No es raro ver a adultos llevándolos en la mochila, en su escritorio de oficina o como decoración de interiores.
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Labubus: figuras más urbanas, coloridas y con un estilo que mezcla cultura pop, arte callejero y ternura. Su valor radica tanto en su diseño como en su escasez: muchos modelos son de edición limitada y se agotan en minutos.
¿Refugio emocional o estilo de vida?
Para muchos kidults, estos objetos no solo son juguetes, sino herramientas de bienestar emocional. En un entorno marcado por la ansiedad, la presión laboral y la incertidumbre global, los juguetes de colección se convierten en anclas emocionales, recordatorios de tiempos más simples.
Además, el coleccionismo se ha transformado en una forma de expresión personal. Decorar con figuras kawaii, intercambiar piezas en ferias o redes sociales, y hasta crear vitrinas temáticas se ha vuelto una forma de pertenencia y creatividad.
¿Capricho caro?
No todo es tierno: este fenómeno también ha generado un mercado millonario. Existen piezas que alcanzan precios exorbitantes en plataformas de reventa, y eventos como el TernuFest o las ferias de arte urbano se llenan de adultos dispuestos a pagar grandes sumas por obtener “ese” Ternurín o Labubu que les falta.
Más allá del juguete
Los kidults no son adultos inmaduros. Son personas que han decidido redefinir lo que significa crecer, y que encontraron en lo lúdico una forma válida y poderosa de cuidarse emocionalmente.
Así que la próxima vez que veas a alguien emocionado con una figura de vinil o un peluche de colección, no lo juzgues. Quizás no esté jugando… está sanando, coleccionando memorias y diseñando un mundo donde ser adulto también puede ser divertido.
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