Cuando se ha tratado de proyectos reaccionarios, ya fueran de inspiración presidencial o de iniciativa propia, esta Legislatura ha resultado expedita y eficaz para construir incluso mayorías de reforma constitucional. En cambio, en el tema de la mariguana la manera en la que rizaron el rizo durante más de dos años hace sospechar que lo que ocurrió no fue un fracaso sino un simulacro, una puesta en escena para evitar la regulación ordenada por la Corte y regresarle al órgano judicial el balón. Y eso solo se explica por una razón: el Presidente de la República se opone a la regulación de la mariguana. Va contra su arraigado conservadurismo, contra su puritanismo cristiano. Empecinado como es, al final dio la orden de retranca y el disciplinado general de sus ejércitos legislativos obedeció en el acto.Así, la Suprema Corte tendrá que volver a discutir el tema, aunque ahora en el pleno, y se requerirán ocho votos para que la declaratoria general proceda, cosa difícil dada la correlación de fuerzas, cuando incluso el promotor inicial de la inconstitucionalidad de la prohibición, el Ministro Arturo Zaldívar, ha mostrado su tendencia a la abyección y ha hecho todo por congraciarse con el señor del gran poder. Lo más probable es que no ocurra la declaratoria de inconstitucionalidad, que la próxima Legislatura olvide el proceso de regulación y las cosas queden como están, lo que implica que las personas consumidoras de cannabis, para ejercer el derecho al libre desarrollo de su personalidad, deban ampararse, mientras los que no puedan pagar la protección judicial seguirán siendo víctimas de extorsión y persecución, miles seguirán en prisión por delitos de posesión no violentos y se seguirá persiguiendo a campesinos pobres que cultiven la yerba.

El Gobierno que anunció un cambio en la política de drogas, que prometió acabar con la guerra contra el narcotráfico y abrir un proceso de justicia transicional, se aferra en cambio al prohibicionismo, deforma cualquier posibilidad de transformación del sistema de justicia, militariza al extremo al Estado, reestablece la pax narca y traiciona todas sus promesas. Mientras tanto, Olga Sánchez Cordero, por poner un ejemplo, se mantiene tan cómoda en su pedestal, sonriente, mostrando la desfachatez de su incongruencia al seguir en su puesto. Pero ya sabemos cómo se las gastan los políticos mexicanos, los mismos de siempre, encabezados por López Obrador, que como dicen una cosa, al día siguiente dicen otra y siguen tan campantes.

Jorge Javier Romero Vadillo