Malas, muy malas han sido las últimas semanas en relación con la epidemia de covid-19 en México. Después de meses de meseta, en donde nunca se pudo reducir en serio la tasa de contagios, el frío, la necesidad económica, el agotamiento acumulado de este nuevo mundo nos tiene en niveles de positividad y ocupación hospitalaria peligrosísimos por la temporada que se acerca.
Después de El Buen Fin y el aumento de la movilidad, cuyos efectos definitivos veremos en estos días, vendrá con el 12 de diciembre, la temporada de posadas y fiestas decembrinas.
Porque, así como tantos no se aguantaron las ganas de casarse en estos meses e hicieron boda, así empiezan a llegar las noticias de fiestas dizque muy seguras que terminarán aumentando los contagios.
Los hospitales vuelven a llenarse y los trabajadores de salud están más agotados después de meses de ver pasar a decenas de miles de pacientes y que las cosas no cambien.
Frente a todo esto, el gobierno federal parece encerrado más que nunca en un laberinto que no descifra. Que si la fase uno, que si la dos, que si la tres, que si ya están pensando una nueva fase pero que al rato nos lo cuenta el doctor López-Gatell, siempre más ocupados en defender lo indefendible que en intentar algo nuevo.
Porque si algo está claro es que de este virus y su comportamiento se ha ido en el mundo aprendiendo en el camino y por lo tanto, en muchos países, las estrategias, recomendaciones y decisiones de política pública se han modificado en el camino, ensayando diferentes aproximaciones para probar su eficiencia para reducir contagios y muertes.
En Palacio Nacional nos siguen diciendo que ellos, tan inteligentes, todo lo tenían visto desde enero y por eso no cambian nada. Distanciado López-Gatell de muchos gobiernos estatales, importa cada vez menos lo que desde Palacio Nacional se dice cada noche.
Y los gobiernos estatales lidian como pueden, unos mejor que otros, unos peor que otros, con el virus y sus consecuencias. Todo esto es el caldo de cultivo para lo que podría ser un diciembre teñido de desastre.
Después de nueve meses de nuestra larga, eterna, meseta trágica.
FUENTE: MILENIO
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