En medio de la creciente tensión internacional, especialmente entre Irán y Estados Unidos, una pregunta comienza a retumbar entre la población mexicana: ¿Qué pasaría si Estados Unidos es blanco de un ataque nuclear? Y lo más inquietante: ¿México estaría a salvo?
Aunque por ahora la idea de un ataque nuclear puede parecer digna de una película de ciencia ficción, los riesgos geopolíticos son reales, y sus efectos —de llegar a suceder— se sentirían más allá de las fronteras estadounidenses. Por cercanía, México estaría directamente en la línea de impacto… al menos en términos colaterales.
Uno de los efectos más peligrosos de una detonación nuclear es el llamado polvo radiactivo, también conocido como fallout. Este se genera cuando una bomba explota —especialmente si lo hace cerca del suelo—, levantando al aire partículas altamente radiactivas que se esparcen con los vientos y caen a kilómetros (¡incluso miles!) de distancia del punto cero.
Dependiendo de las condiciones meteorológicas y de la topografía, ese polvo puede viajar velozmente y contaminar regiones enteras. Y ahí es donde entra el riesgo para México.
La frontera norte: en la primera línea de riesgo
De acuerdo con investigaciones del Colegio de la Frontera Norte, las ciudades mexicanas que colindan con Estados Unidos —como Tijuana, Ciudad Juárez, Piedras Negras y Reynosa— estarían expuestas de forma directa si se produjera una explosión nuclear en alguna de las ciudades estadounidenses cercanas con presencia militar, como San Diego, El Paso o Houston.
En un escenario así, el polvo radiactivo podría cruzar la frontera en cuestión de horas, contaminando aire, agua y suelo, afectando gravemente la salud de quienes habitan esas zonas.
Pero el riesgo no es sólo sanitario.
Monterrey y el noreste: impacto económico inmediato
Urbes como Monterrey, conectadas comercial y logísticamente con Texas, también sufrirían las consecuencias económicas de un ataque nuclear: interrupción de cadenas de suministro, escasez de bienes esenciales, colapso en la actividad industrial, y una ola migratoria hacia el sur que presionaría aún más los recursos locales.
Centro y sur del país: efectos colaterales a gran escala
Aunque ciudades como Ciudad de México o Guadalajara podrían no estar en la trayectoria inmediata del fallout, los impactos no tardarían en sentirse: desabasto de alimentos, medicamentos, pánico social, afectación en mercados financieros, y un posible colapso parcial del sistema de salud por la llegada de desplazados del norte.
¿Y México está preparado para algo así?
México, históricamente, ha mantenido una postura clara y pacífica frente al armamento nuclear. Fue uno de los impulsores del Tratado de Tlatelolco (1967), que declaró a América Latina y el Caribe como una zona libre de armas nucleares. Además, el país ha renunciado de forma unilateral al desarrollo y almacenamiento de este tipo de armamento en su territorio.
Sin embargo, eso no significa que no tenga protocolos.
La Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), Protección Civil y la Secretaría de Salud cuentan con estrategias específicas para enfrentar emergencias radiológicas, incluidos planes de evacuación, descontaminación y atención médica.
Por si fuera poco, México y Estados Unidos tienen vigentes acuerdos de cooperación ante desastres, lo que facilitaría una respuesta conjunta en caso de una tragedia de este calibre.
Recientemente, el expresidente Donald Trump lanzó una declaración alarmista al asegurar que, en un escenario bélico global, “México ya no existiría”.
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