47 cadáveres fueron exhumados por la policía de Kenia, mismos que eran seguidores de una secta cristiana, que pensaban que irían al cielo si morían de hambre, en el bosque de Shakahola, cerca de la ciudad costera de Malindi.
A principios de este mes, oficiales rescataron a 15 miembros del grupo, fieles de la Iglesia Internacional de la Buena Nueva.
La investigación posterior determinó que se les había ordenado que murieran de hambre. Cuatro de ellos fallecieron antes de llegar al hospital.
El líder de la iglesia, Paul Mackenzie, fue detenido a raíz de un rumor que sugería la existencia de tumbas poco profundas pertenecientes a al menos 31 de los seguidores de Mackenzie. Allí, se negó a comer o beber.
El ministro del Interior, Kithure Kindiki, indició que todo el bosque había sido acordonado y declarado escena del crimen.
“Esta horrenda lacra en nuestra conciencia debe conducir no sólo al castigo más severo de los autores de la atrocidad cometida contra tantas almas inocentes, sino a una regulación más estricta (incluida la autorregulación) de todas las iglesias, mezquitas, templos y sinagogas en el futuro”, precisó.
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