Con un público de pie y deshecho en aplausos y varios encores Enrique de Allende cierra uno de sus conciertos más anhelados en la Ciudad de México. La energía cultivada en esta presentación lo impulsa a preparar su gira por Asia y Europa, dice.
Así es como quedará en la memoria de este cantante, uno de los conciertos más importantes de su carrera, aquél en que la Ciudad de México cedió a su talento, pues su trayectoria musical se había desarrollado con éxito en California y Nueva York en Estados Unidos y su natal San Miguel de Allende Guanajuato.
Con esta presentación en el Lunario del Auditorio Nacional el 24 de noviembre, con un show titulado “La vida es un sueño” De Allende confirma que tiene un estilo propio y cuando toma el micrófono logra, cómo él dice “callar al público”.
“La audiencia mexicana es muy exigente, estas cosas las sabemos quienes nos subimos al escenario, por ejemplo, que cantes un tema muy suave e íntimo y que la gente no hable no emite ruido alguno es una prueba de fuego, es muy importante. Y lo logré”.
En esta ocasión el cantante ofreció un programa 80% covers de pop clásico con pequeñas fusiones de jazz y funk; se trata de arreglos musicales a temas clásicos que provocan mucho interés en el público. Entre los temas que ofreció en este espacio también estuvieron dos inéditos.
“Una es “Matar mi amor” que es un tema que se me presentó hace un par de años en Los Ángeles cuando estaba enfocado a lo pop clásico y por tanto en ese momento la dejé en pausa. Se trata de una canción de Claudia Brant y David Bisbal con la que posteriormente se va a hacer un sencillo y un video. La otra canción se llama “Deshacer el amor” de Edgar Cortázar un súper compositor cuyo abuelo fue Ernesto Cortázar quien escribió “Yo soy mexicano” para Jorge Negrete”, explica De Allende.
“La vida es un sueño” estaba planeado para dar lugar a 16 canciones, pero de pronto las personas que llenaron el Lunario de El Auditorio Nacional (el aforo permitido en la nueva normalidad es de 380 personas) se pusieron de pie, aplaudieron y pidieron otra canción hasta lograr 4 encores y 15 minutos más de concierto.
“Honestamente –explica Enrique De Allende– me enamoré del público en el sentido de que yo sé que el mexicano es muy exigente, sobre todo con artistas nuevos; es raro que sucedan esas cosas con un artista que no tiene mucha trayectoria en México. Me siento muy orgulloso porque eso es lo que siempre he querido, brindarle mi talento a mi público, soy mexicano y llevo la bandera a donde voy, qué mejor que ser reconocido en mi propia tierra”.
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