La reina Isabel II se despidió el sábado del príncipe Felipe en un funeral que celebró sus siete décadas de servicio y dio a sus nietos Enrique y Guillermo la posibilidad de hablar en público por primera vez desde que acusaciones de racismo sumieron a la familia real en una crisis.
Isabel, vestida de negro y con una mascarilla facial negra con un ribete blanco, estuvo sola, con la cabeza inclinada, mientras su marido durante 73 años era descendido en la Bóveda Real de la Capilla de San Jorge, en un servicio al que asistieron altos miembros de la familia, incluido el príncipe Carlos, heredero al trono.
El príncipe Enrique, quien voló desde Estados Unidos para asistir al funeral, caminó y habló con su hermano Guillermo y su esposa Catalina al final del servicio, la primera vez que conversan en público desde que Enrique y su esposa Meghan dieron una explosiva entrevista con Oprah Winfrey el mes pasado.
Esa crisis sucedió mientras Felipe estaba en el hospital. Oficialmente conocido como el Duque de Edimburgo, Felipe murió el 9 de abril a los 99 años.
“Nos ha inspirado su lealtad inquebrantable a nuestra Reina, su servicio a la Nación y a la Commonwealth, su coraje, fortaleza y fe”, dijo el deán de Windsor, David Conner.
Felipe, quien se casó con Isabel en 1947, ayudó a la joven reina a adaptar la monarquía al mundo cambiante de la era posterior a la Segunda Guerra Mundial, cuando la pérdida del imperio y el declive de la deferencia desafiaron a la familia real más prominente del mundo.
En 1997, la reina describió a Felipe como su “fuerza y apoyo” en su matrimonio. Ahora de 94 años, ha reinado 69 años.
El féretro de su esposo fue llevado a la capilla en un Land Rover Defender TD 130 hecho a medida en verde militar, que el mismo Felipe ayudó a diseñar.
ENRIQUE Y GUILLERMO
Los hijos y nietos de Felipe lo siguieron a pie, una escena que recordó el funeral de Diana en 1997, cuando Guillermo y Enrique -en ese momento de 15 y 12 años- caminaron detrás del féretro de su madre.
Su gorra de la Marina y su espada estaban sobre el ataúd, que estaba cubierto con el estandarte personal del Duque de Edimburgo con el escudo de armas danés, la cruz griega, el Castillo de Edimburgo y los galones de la familia Mountbatten.
Una corona funeraria de rosas blancas, lirios y jazmines de la reina también adornaban el féretro.
Hubo solo 30 dolientes dentro de la capilla debido a las restricciones del coronavirus en Gran Bretaña. Al inicio del servicio a las 1400 GMT, el primer ministro, Boris Johnson, hizo un minuto de silencio junto a millones de británicos.
Antes de la procesión, bandas militares separadas en el espacio del Castillo de Windsor bajo un sol brillante tocaron música elegida por el príncipe, incluidas “I Vow To Thee My Country”, “Jerusalem” y “Nimrod”.
No hubo panegíricos, solo unas breves palabras de alabanza al príncipe de parte del deán de Windsor y el arzobispo de Canterbury, Justin Welby, en sus oraciones.
La reina enviuda en momentos en que lidia con una de las crisis más graves de la familia real en décadas: acusaciones de racismo y negligencia de su nieto Enrique y su esposa estadounidense Meghan.
Tras el funeral, Isabel se dirigió a los apartamentos del castillo en su auto, pero otros miembros de la realeza subieron caminando hacia la parte principal del Castillo de Windsor.
Guillermo, su esposa Catalina y Enrique conversaron mientras caminaban. Catalina, Duquesa de Cambridge, se alejó rápidamente para permitir a los hermanos hablar solos.
El palacio había enfatizado que si bien la ocasión tendría la debida pompa que marca el fallecimiento de un importante miembro de la realeza, seguía siendo una ocasión para que una familia en duelo despidiera a su esposo, padre, abuelo y bisabuelo.
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