Salomón, un niño de apenas 11 años, originario de Boca del Río, Veracruz, decidió tomar el control de su destino con una madurez que conmovió y sorprendió a muchos.
Salomón no tiene el tipo de infancia que muchos imaginarían para un niño de su edad. Proviene de una familia de escasos recursos, sus padres están separados y, a pesar de los años, nadie se había encargado de registrarlo legalmente al nacer. Nunca tuvo un acta de nacimiento. Legalmente, no existía.
Pero lo que le faltaba en papeles, le sobraba en voluntad.
Un día, con una determinación poco común, Salomón se presentó solo ante el Registro Civil de Boca del Río. No fue con su madre, ni con su padre, ni con ningún tutor. Lo hizo porque había un sueño que lo impulsaba: quería estudiar. Y para inscribirse en la escuela, necesitaba ese documento esencial que para muchos pasa desapercibido.
“Mis papás lo olvidaron”, dijo Salomón.
El nombre de “Salomón” lo ha llevado desde siempre, aunque nadie lo haya escrito nunca en un acta oficial. Lo adoptó, lo hizo suyo, y lo defendió como parte de su identidad cuando se presentó ante las autoridades.
El caso conmovió al personal del Registro Civil. No solo por la historia del niño, sino por la convicción con la que llegó a pedir ayuda. Uno de los obstáculos más complicados era que la partera que asistió su nacimiento había fallecido, lo que impedía un registro inmediato. Por ley, se requería al menos la presencia de uno de los padres para testificar su identidad.
Aún así, y gracias al compromiso y sensibilidad del personal, encabezado por Martín García Páez, oficial del Registro Civil, se pusieron manos a la obra.
“Su intención era clara: quería estudiar. Sin acta, legalmente no existía. Y sin eso, no podía seguir adelante”, explicó García Páez.
Tras varios días de gestión, papeleo y compromiso, Salomón finalmente obtuvo su acta de nacimiento.
“Estoy feliz… porque voy a ir a la escuela”, dijo el menor.
Comentarios
0 comentarios
