“El Departamento de Estado registra todo: cada reunión, cada llamada, cada movimiento. Lo primero que haré al ocupar la oficina será llamarle por teléfono, y usted debe contestarme… un embajador ante el imperio que no tiene acceso al Presidente es pez muerto allá”.
El planteamiento era válido entonces, y lo es ahora. Más aún con la llegada de Joe Biden a la Casa Blanca, que reconstruirá rápidamente la compleja urdimbre de relaciones con el mundo que Donald Trump puso en vilo con su visión aldeana, etnocentrista. Este resurgimiento del llamado “Estado profundo” (deep state) retomará una agenda de interacciones con México que el gobierno López Obrador entiende como inevitable, y ha empezado a tomar acciones preventivas.
Más allá de la tozudez escénica de no saludar el triunfo electoral de Biden —lo que hará en las próximas horas, si no hay un nuevo giro—, López Obrador debió tener la era Biden en el radar cuando facilitó el fin a la gestión de Alfonso Romo en la jefatura de la Oficina presidencial; de Graciela Márquez, en la Secretaría de Economía, y de Martha Bárcena en la embajada en Washington, según confirmó ella misma ayer.
Ese grupo de funcionarios intentó un funcionamiento anómalo, disfuncional, descrito como a espaldas de los titulares de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, y de Gobernación, Olga Sánchez Cordero. Es un hecho: toda política exterior obedece a motivaciones domésticas… que se procesan en oficinas políticas.
La embajadora Bárcena tuvo entre sus últimas actividades un encuentro virtual con senadores demócratas clave para la relación binacional, entre ellos Dianne Feinstein y John Cornyn, quienes le recitaron la agenda tradicional de sus gobiernos hacia México; mostraron incomodidad para los ajustes para el desempeño de agentes norteamericanos aquí, y por la suspensión del Plan Mérida. Y si hubiera hablado con la lideresa demócrata en la cámara baja, Nancy Pelosi, habría recibido reclamos por el desdén a las energías limpias. De ahí no se moverán.
Bárcena anticipó su retiro este lunes durante una conferencia académica. Es probable que ello ocurra en marzo próximo, cuando arribe a la edad mínima prevista en la ley del Servicio Exterior. Una vez que participe, a inicios de enero, en la tradicional reunión de embajadores y cónsules (que ahora será virtual), es probable que disfrute de vacaciones hasta el término de su encomienda.
Debe preverse que su relevo recaerá en un personaje cercano a Palacio Nacional, pero con apertura a colaborar con cancillería, en particular. Desde ayer surgieron los nombres de Juan Ramón de la Fuente, actual embajador ante Naciones Unidas, y de Lázaro Cárdenas, jefe de asesores presidencial.
APUNTES:
Extraño coctel se va conformando en las candidaturas a la gubernatura de Nuevo León, bajo la atenta mirada de los barones empresariales. Clara Luz Flores fue priísta durante más de dos décadas, alcaldesa de General Escobedo por influencia de un largo cacicazgo sindical de más de 30 años conducido por su esposo, Abel Guerra. En febrero se acercó a Morena y ya es su abanderada al relevo de Jaime “El Bronco” Rodríguez Calderón, compadre de Guerra, por cierto. El PAN abrió su registro para una consulta interna, en la que se apuntó el senador Víctor Fuentes, su carta más fuerte, y lo hará también Fernando Larrazábal, exalcalde de Monterrey. Movimiento Ciudadano jugará a perder con el estrambótico senador Samuel García, dejando en la vereda a Luis Donaldo Colosio hijo.
FUENTE: EL UNIVERSAL
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