“Dale, dale, dale, no pierdas el tino, porque si lo pierdes, pierdes el camino. Dale, dale, dale, no pierdas el tino, mide la distancia que hay en el camino. Ya le diste una ya le diste dos, ya le diste tres y tu tiempo se acabó”.
Pese a la pandemia por el COVID-19, los mercados de la capital del país lucen más coloridos de lo habitual.
En los pasillos cuelgan piñatas de todos los tamaños, formas, colores y precios. Una de tamaño mediano y sencilla cuesta entre 250 y 300 pesos. Los consumidores regatean. Hay piñatas de 800 pesos grandes y más decoradas y unas tamaño miniatura en 60 pesos promedio.
Sin embargo, los vendedores expresan que este año no se están vendiendo igual.
“Mucha gente dice que no hará posada por lo del Coronavirus, otros que no tienen dinero, y entonces llevan piñatas más chicas y compran medios kilos de fruta: mandarinas, cañas, cacahuates. Aquí tenemos juguetitos sencillos de plástico, baratitos, de 50 pesos”, refiere Amelia, quien cada año se ha dedicado a vender estos productos en el mercado de Mixcoac.
UNA NAVIDAD CON LA SOMBRA DEL CORONAVIRUS
Recargada en su puesto, interrumpe la conversación para atender a dos señoras, ambas con cubrebocas, que fueron por una piñata.
Cecilia y su hermana Rosa harán una pequeña posada entre sus 5 hijos, el abuelo, y el esposo de Cecilia. Todos viven en la misma vivienda pero separados por cuartos.
“Nomás nosotros por aquello de la pandemia, pero no queremos que los niños se queden sin festejar una tradición tan bonita. Además queremos darles una alegría porque este año ha sido horrible. A mi marido”, refiere Cecilia, “que es mesero, le ha ido muy mal, yo vendo por catálogo, pero haremos el esfuerzo”.
Rosa voltea y le pide a doña Almita, como le llama cariñosamente, un kilo de mandarinas, un kilo de caña, medio kilito de cacahuates y medio de tejocotes. En otro pasillo compraron los dulces: Un carrito de plástico, la réplica de una muñeca Barbie, una bolsa de canicas, una reata, una pelota, y un pequeño juego para lanzar una pelotita y atraparla con los platitos engomados.
“Por fortuna me tocó la tanda el mes pasado y con eso estoy haciendo las compras”, dice Cecilia, quien compartirá los gastos de la piñata con su hermana, que vende tacos de guisado afuera de su casa.
“No compramos árbol, no hay dinero, pero mi hermana tiene uno de plástico que ya enderezamos y arreglamos”.
¿QUIÉN INVENTÓ LAS PIÑATAS?
Hay diferentes versiones acerca del origen de las piñatas, una de ellas se remonta a la antigua China, en específico a los viajes de Marco Polo, se cuenta que en una de sus travesías por Asia observó cómo se rompía la figura de un buey relleno de semillas para celebrar el Año Nuevo chino.
Fue él quien llevó la tradición a Italia, donde se adaptó para conmemorar la cuaresma, de ahí pasó a España y, finalmente, los españoles se encargaron de traerla al Nuevo Mundo y dar un nuevo significado de las piñatas.
Otra versión le adjudica el origen a la civilización maya, se dice que practicaban un juego con los ojos vendados que consistía en colgar con una cuerda una olla de barro llena de cacao para tratar de romperla.
Tras la Conquista, las piñatas adquirieron un sentido religioso, pues los monjes las utilizaron como un recurso para la evangelización. Originalmente, se hacían con una olla de barro o cartón y se le pegaban siete picos para darle forma de estrella.
Los siete picos simbolizan los siete pecados capitales: pereza, envidia, gula, ira, lujuria, avaricia, soberbia.
El palo que se emplea para pegarle a la piñata y romperla simula la fuerza con la que se vence al mal y se destruye la falsedad y el engaño.
Los ojos vendados representan la fe ciega en Dios, mientras que, los colores brillantes y el oropel, simbolizan las vanidades del mundo y las tentaciones del demonio.
Los frutos y dulces con los que se rellena la piñata son la recompensa por vencer el pecado; representan la verdad y los dones que la naturaleza nos concede como premio de la fe y la perseverancia.
UNA TRADICIÓN QUE EVOLUCIONA
El significado de las piñatas encajó a la perfección con la temática de las posadas, con el paso del tiempo esta tradición se sumó a las fiestas decembrinas.
Para pegarle a la piñata se acostumbra cantar mientras la persona intenta romperla.
Algunos cantos fueron adquiriendo toques pícaros, motivo lo que el clero prohibió las piñatas de 1788 a 1796, pero ante el nulo caso que hizo el pueblo feligrés a esta restricción, la Iglesia tuvo que levantar el veto.
En la actualidad, existen piñatas todo tipo de formas, colores y personajes. No sólo se rompen en las posadas, sino en todo tipo de fiestas: cumpleaños, primeras comuniones, bautizos, fiestas de niños y adultos, despedidas y lo que se les ocurra.
Pese a la discusión sobre su origen, la piñata es uno de los elementos más típicos de las celebraciones en México. Este colorido objeto, símbolo reconocido internacionalmente de la cultura mexicana, se elabora con una olla de barro o cartón moldeado, cubierta generalmente de papel de China de colores.
LA CUNA DE LAS PIÑATAS
Aunque actualmente es posible conseguir piñatas de barro en diferentes poblaciones y ciudades, a lo largo de la República, Acolman conserva una historia especial, y por ello realiza la Feria de la Piñata.
La Feria suele realizarse con bailes populares y concursos, donde varias comunidades participan con su propia piñata, siendo galardonadas las más grandes y originales. En el marco de este evento, suele haber actividades, justas de caballos, justas deportivas, presentaciones de lucha libre AAA y muestras de gastronomía local.
Doña Mary solo fue a comprar fruta, dice que en su casa hará la piñata con sus hijos y sobrinos para que se entretegan haciéNdola. Solamente llevó el material y ahora que llegue a casa harán el engrudo.
La estampa en los mercados, pese a que sí hay movimiento, no es la misma que en años anteriores. Hay gente que no oculta su preocupación ante la incertidumbre de lo que pasará mañana, es decir, el otro año…
Son tiempos de pandemia y desempleo, miedo y muerte que contrastan con los brillantes colores de las piñatas colgadas por doquier…
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