El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, encabezó la inauguración de “Alligator Alcatraz”, una nueva prisión para migrantes ubicada en Florida que busca convertirse en el emblema de su política migratoria más estricta. Este centro de detención, bautizado como el “Alcatraz de los Caimanes”, se construyó en un aeropuerto casi abandonado en pleno corazón de los Everglades, una región pantanosa famosa por su población de caimanes.
La edificación del complejo se completó en menos de dos semanas, lo que ha desatado fuertes críticas de activistas, ambientalistas y defensores de derechos humanos. Además de las denuncias por el trato a los migrantes, organizaciones ambientalistas han alertado sobre el posible daño al frágil ecosistema de los Everglades. A pesar de las protestas, Trump celebró la apertura con un polémico mensaje: los migrantes “aprenderán a huir de un caimán”.
“Alligator Alcatraz” tiene capacidad para albergar hasta 5 mil migrantes indocumentados, quienes serán enviados por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE). Según Trump, la prisión está inspirada en la legendaria Alcatraz, conocida por su aislamiento y severidad, e incluso insinuó que podría reabrir la prisión original como parte de sus políticas antimigratorias.
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Durante la inauguración, Trump estuvo acompañado por la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, con quien recorrió las instalaciones situadas en el Centro de Capacitación y Transición de Dade-Collier, en Ochopee, Florida.
El primer grupo de migrantes ya fue trasladado al centro, confirmó Jae Williams, portavoz del fiscal general estatal, James Uthmeier, uno de los principales impulsores de este proyecto. Aunque no se revelaron cifras ni detalles sobre las condiciones de los detenidos, Uthmeier advirtió en redes sociales que la “próxima parada” de los migrantes será la deportación.
Por ahora, ni la oficina del gobernador de Florida, Ron DeSantis, ni la División de Gestión de Emergencias del estado —responsable de la construcción del lugar— han emitido declaraciones sobre la operación de la prisión. Mientras tanto, las protestas continúan, exigiendo respeto a los derechos humanos y el cierre inmediato de lo que muchos consideran un símbolo del extremismo en la política migratoria estadounidense.
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