Como parte de las festividades de la Semana Santa, este jueves el papa Francisco acudió a la cárcel femenina de Roma para celebrar la misa del Jueves Santo y, desde su silla de ruedas, lavó los pies a doce reclusas, una tradición con la que imita a Jesús con sus discípulos en la ‘Última Cena‘.
Las doce mujeres, muchas de ellas visiblemente emocionadas o llorando, se subieron a una plataforma y el papa Francisco pasó por delante de ellas, con un mandil blanco y llevado en su silla de ruedas por sus conocidos problemas de movilidad, para lavar y luego besar sus pies.
Previamente había improvisado una breve homilía centrada en el perdón, pero no la leyó, como suele hacerlo desde hace un mes por un problema respiratorio que arrastra tras una gripe, según ha explicado él mismo.
Francisco explicó que en este Jueves Santo, cuando se conmemora la última noche antes de la Pasión de Cristo, Jesús hizo entender, lavando los pies a sus discípulos, que “había venido para servir y no para ser servido”.
“Jesús perdona todo, Jesús perdona siempre, solo espera que nosotros pidamos perdón”, sostuvo.
El papa llegó a la cárcel, la mayor femenina de las cuatro de todo el país, en torno a las 16:00 h locales y en su patio le acogieron decenas de mujeres, algunas de las más de 300 presas, que besaron sus manos y le ovacionaron.
De este modo Francisco continúa con una tradición iniciada con su pontificado, en 2013, la de no celebrar la misa de Jueves Santo en la catedral romana, la basílica de San Juan de Letrán, sino en los lugares de sufrimiento en la sociedad moderna.
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