En una de sus acostumbradas declaraciones polémicas, el expresidente y actual candidato a la presidencia de Estados Unidos, Donald Trump, propuso recientemente cambiar el nombre del Golfo de México a «Golfo de América». Esta afirmación, hecha en una conferencia de prensa desde su residencia en Mar-a-Lago, Florida, generó reacciones inmediatas en el ámbito político y diplomático, tanto en México como en Estados Unidos.
La argumentación de Trump
Trump justificó su propuesta con la afirmación de que Estados Unidos realiza la mayor parte de las actividades en la región del Golfo, argumentando que, por ende, el nombre debería reflejar su influencia. «Hacemos la mayor parte del trabajo allí y es nuestro», declaró, sin especificar cómo planea llevar a cabo tal cambio.
Rápidamente, la legisladora republicana Marjorie Taylor Greene expresó su apoyo a la idea y anunció que presentaría un proyecto de ley en el Congreso para formalizar la modificación del nombre. Sin embargo, el cambio no es una cuestión meramente doméstica, sino que involucra acuerdos internacionales y tratados marítimos.
Un Golfo con historia y tratados internacionales
El Golfo de México es una vasta cuenca oceánica de más de 1.6 millones de kilómetros cuadrados, delimitada por las costas de México, Estados Unidos y Cuba. Su nombre data del siglo XVI, cuando fue registrado en mapas europeos como «Golfo de México» y, desde entonces, ha sido reconocido así en la cartografía mundial.
El derecho internacional establece que la delimitación de cuerpos de agua compartidos entre países es competencia de organismos como la Organización Hidrográfica Internacional y la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar. Estos tratados garantizan que los nombres geográficos no sean modificados unilateralmente por un solo país.
Reacciones de México y Cuba
Desde México, la presidenta Claudia Sheinbaum respondió con un comentario irónico: «¿Por qué no le llamamos América Mexicana a Estados Unidos? Se oye bonito». Mientras tanto, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, desestimó la propuesta afirmando que el Golfo de México conservará su nombre y que no entrarán en un debate sin sentido.
Cuba, que también comparte límites en la región, no ha emitido una postura oficial, pero es poco probable que acepte un cambio de denominación que altere tratados ya establecidos.
¿Podría Trump renombrar el Golfo?
Aunque cambiar el nombre en el ámbito internacional sería complicado, Estados Unidos podría adoptar el término «Golfo de América» en documentos y mapas de uso interno. La Junta de Estados Unidos para Nombres Geográficos (BGN) tiene la facultad de modificar topónimos en el territorio estadounidense, como ocurrió en 2015 cuando el presidente Barack Obama cambió el nombre del monte McKinley a Denali en Alaska.
Sin embargo, tal modificación tendría poco impacto real, ya que organismos internacionales, cartógrafos y otros países continuarían usando el nombre histórico de Golfo de México. Además, este cambio podría generar tensiones diplomáticas y comerciales, especialmente con México, un socio clave en el comercio y la energía para Estados Unidos.
La propuesta de Trump parece más una declaración populista que una iniciativa con viabilidad real. Modificar el nombre del Golfo de México no solo desafiaría tratados internacionales, sino que también generaría fricciones innecesarias con países vecinos. A pesar del respaldo de algunos sectores políticos en Estados Unidos, el reconocimiento global del nombre «Golfo de México» hace que cualquier intento de cambio sea poco probable.
Al final, la historia y la diplomacia prevalecerán sobre la retórica política, y el Golfo de México seguirá llamándose como lo ha sido por siglos.
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